Cuchulain en la tierra de Skatha

Cuchulain era un joven que pensaba en cómo prepararse para la guerra y para las hazañas heróicas con que ganaría el corazón de Emer, la mujer a la que aspiraba.El había escuchado sobre una fuerte guerrera llamada Skatha que, en la Tierra de las Sombras, enseñaba a los jóvenes héroes.Cuchulain enfrentó grandes peligros en el camino, cruzando oscuros bosques e inmensos desiertos.Después de escapar de las bestias de Perilous Glen, llegó al puente de los obstáculos que debía cruzar para llegar a las tierras de Skatha.Alli encontró a muchos hijos de los príncipes de Irlanda, que esperaban aprender las artes de la guerrera.Entre ellos estaba su amigo Ferdia, hijo de Daman, a quien pidió que le explicara cómo llegar a las tierras de Skatha.El puente de los obstáculos era muy estrecho y estaba sobre un desfiladero, donde muy abajo se podía ver un mar ardiente donde nadaban monstruos hambrientos.Ferdia le dijo: "Ninguno de nosotros ha cruzado el puente, pues hay dos hazañas que Skatha enseña al final, una es saltar por encima del puente y la otra es lanzar la Gae Bolg, si un hombre pisa los extremos del puente, inmediatamente la mitad se alza y lo devuelve a su punto de orígen, y si salta sobre él, puede perder el equilibrio y caer donde los monstruos."Cuchulain decidió reponerse del viaje y cuando cayó la noche ensayó el cruce del puente.Tres veces lo intentó y las tres veces fue rechazado, mientras sus compañeros se burlaban de él por no ser capaz de esperar la ayuda se Skatha.En el cuarto salto llegó a la mitad del puente, y con un salto más, estuvo frente a la fortaleza de la mujer guerrera. Ella le alabó su coraje y lo admitió como alumno.Durante un año y un día Cuchulain vivió con Skatha y aprendió con facilidad todo cuanto ella le enseñaba.Finalmente fue instruido en cómo usar la Gae Bolg, que se lanzaba con el pie y al entrar en el cuerpo del enemigo agrietaba cada músculo de su cuerpo.Skatha le dio la poderosa arma ya que, antes de conocerle, había considerado que nadie era adecuado para poseerla.

El secreto de Maón

Maón, reinaba en Irlanda en la provincia de Leinster y acostrumbraba cortarse el pelo una vez al año.El hombre encargado de este trabajo era elegido por sorteo entre la gente del pueblo e inmediatamente después, era asesinado.La razón de ello era que Maón tenía las orejas tan grandes como las de un caballo y no quería que nadie se enterara.En una ocasión, la persona elegida para la tarea, fue un hombre solo, único hijo de una pobre viuda.Por sus lágrimas y ruegos el rey aceptó no matarlo con la condición de que jurara que jamás revelaría su secreto.Así pudo el joven regresar con su madre, pero el secreto empezó a obsesionar su mente, enfermó de tal forma que estuvo a punto de morir y debieron llamar un druida para que lo atendiera.El dijo: "Es el secreto lo que lo está matando y no se restablecerá hasta que se lo cuente a alguien. Que busque un lugar donde se encuentren cuatro caminos, que gire a la derecha, y que le diga el secreto al primer árbol que encuentre, para poder recuperarse."El joven siguió las indicaciones del sabio al pie de la letra y dio con un sauce, sobre la corteza apoyó los labios, susurró el secreto, y volvió a su casa liberado.Ocurrió poco después, que al arpista Craftiny se le rompió su arpa y necesitando una nueva, fue a buscar un árbol adecuado para construirla, siendo elegido el mismo sauce.Craftiny lo cortó, hizo el arpa con su madera y esa noche tocó ante los invitados del rey.Cuando posó sus dedos sobre las cuerdas, los invitados oyeron: "Dos orejas de caballo tiene el rey Maón."El rey, viendo que su secreto había quedado al descubierto, se quitó la capucha y se mostró tal cual era.Así fue como nunca más murió ningun hombre por culpa de ese misterio.

Leyenda de la calavera

Cuentan que hubo una vez un hombre, dueño de una granja en Irlanda, que un día discutió fuertemente con su hijo único. Tras la discusión nunca más volvieron a hablarse y al poco tiempo el joven murió repentinamente. Tal era el odio que el padre aún albergaba en su corazón que no se presentó en el funeral de su propio hijo ni acudió al cementerio cuando lo enterraron. Pasó el tiempo. El granjero se convirtió en un hombre taciturno y poco sociable. Aún así, cumplía con las obligaciones ciudadanas y cuando murió un vecino fué al entierro. Al término de la ceremonia, el granjero se quedó un rato en el cementerio. Paseando por entre las tumbas, encontró una calavera. Por aquellos tiempos, los sucesos sobrenaturales estaban a la orden del día, y así sucedió que la calavera, con un crujido inquietante, movió las mandíbulas para hablar: -Mañana –le dijo- pasaré la noche en tu casa, con la condición de que vuelvas tú más adelante a hacerme compañía en el cementerioEl granjero, convencido de hallarse ante alguna señal del otro mundo, no dudó en aceptar. Además, decidió buscar un testigo e invitó al cura a visitarle la siguiente tarde. Cuando estaban cenando, se oyeron unos golpes secos en la puerta.Aunque nadie abrió, una calavera apareció de repente encima de la mesa. Ante la estupefacción de los dos comensales, el esqueleto dió buena cuenta de las viandas, y desapareció. A la noche siguiente, el granjero se armó de valor para cumplir con su parte del trato, aunque esta vez no obtuvo compañía. Se introdujo en el cementerio y buscó la calavera entre las tumbas donde la había encontrado la primera vez, sin suerte. Al lado de la iglesia, había una escalera con tres peldaños, junto a un prado. El granjeró los bajó, y se encontró de repente ante una escena surgida de la niebla en la que vió hombres enzarzados en una sangrienta pelea, con palas de madera y guadañas.Al verle, los contendientes se dirigieron a él preguntándole: -¿Acaso buscas una calavera descarnada? Mira a ver en este campo de al lado, buen hombre. Asustado por el tono de voz de ultratumba que proferían aquellos hombres, el granjero pasó corriendo al campo de al lado, para encontrarse en medio de una refriega salvaje entre hombres y mujeres. También entonces detuvieron su pelea, para decirle: -¿Buscas un cráneo blanqueado? Se acaba de ir al campo de aquí al lado. Lleno de miedo, huyó el granjero y llegó ante una casa que parecía haber aparecido por arte de magia. Sin pensarlo dos veces, penetró en su interior. Nada más entrar un fuego ardió en la chimenea, y junto al hogar vió una dama y una criada. La primera, desconsolada y aterida de frío, caminaba de un lado para otro, intentando acercarse al fuego, pero la criada la apartaba a empujones. Al verlo, le miraron con unas vacías cuencas de ojos y le dijeron: -Si buscas la calvera, la encontrarás en la habitación de al lado. Allí corrió a refugiarse el pobre granjero. Por fin, vió sobre el suelo, en un rincón, cubierta de polvo blanco, a la calavera deslucida. Pero no estaba sola, tres figuras se hallaban tras ella, como sombras de raídos ropajes negros, tres mujeres desgreñadas, pálidas y frías. Con una voz que parecía un eco, la calavera ordenó:-¡Mujer! ¡Dale de cenar a nuestro invitado! Con una actitud más propia de zombie que de viviente, la mujer se adelantó tambaleándose para poner sobre la mesa un poco de pan negro y una sucia jarra con agua. El hombre, no se atrevió a probar aquello. Entonces la voz de la calavera sonó de nuevo desde el oscuro rincón: -¡Mujer! ¡Da la cena a nuestro invitado! Una segunda mujer arrastró los pies hasta la mesa, en la que colocó aún menos cantidad y peor comida y bebida. La voz de la calavera tronó entonces: -¡Mujer!¡La cena para el invitado! Y un tercer guiñapo humanoide se apresuró hacia la mesa, pero está vez de sus manos surgieron manjares y bebidas apetitosas, y el hombre, por fín, comió y bebió hasta hartarse. Luego descubrió que la calavera se hallaba ante él, sobre la mesa, y una luz parecía brillar en los cuévanos: -Voy a explicarte cuánto has contemplado, hombre, pues tu valor y arrojo lo merecen. Fueron los hombres contendientes en vida vecinos que luchaban entre sí por tierras que tenían unas junto a otras, y movían las estacas, y cambiaban las margenes, y ahora tienen que luchar entre sí por siempre. Los hombres y mujeres enzarzados en cruel pelea fueron parejas casadas en vida que solían enfrentarse en sus casas, y ahora así seguirán por toda la eternidad. La señora que viste aquí al lado, muerta de frío, fue en vida cruel con su criada, y ahora sufre la venganza hasta el Día del Juicio. Y las tres mujeres oscuras, esas eran mis esposas. La primera siempre me trató mál, la segunda peor, y la tercera me cuidó bien, y así he querido que siga siendo. En cuanto a tí, desgraciado, viniste a mí por no asistir al funeral de tu hijo y sí fuiste sin embargo al de un extraño. Dime, ¿cuánto tiempo crees que ha pasado desde que saliste de tu casa? -En la tarde de ayer salí a buscarte calavera, respondió titubeante el granjero. -Aquí llevas setecientos años- sentenció la voz del cráneo-. Una oportunidad te queda, vuelve al cementerio, busca la tumba de tu hijo, póstrate ante él, y arrepiéntete, quizá aún puedas obtener el perdón. Volvió el hombre a hacer el camino de vuelta, recorriendo tierras que le parecieron extrañas, hasta llegar al viejo cementerio. Encontró la desvencijada tumba de su hijo, se arrodilló en tierra y pidióle perdón. El suelo se resquebrajó silenciosamente entonces, de las profundidades surgió una mano, sujetó la suya, y como jirones de niebla, ascendieron al cielo los espíritus del padre y del hijo.

La maldición de Macha

Crunden, hijo de Agnoman, vivía en una parte solitaria del Ulster, entre las montañas, tenía un buen pasar pero su esposa había muerto y él tenía sobre sí el cuidado de sus cuatro hijos.
Un día estaba sentado en la casa cuando vio entrar por la puerta a una mujer, alta y agraciada y bien vestida, que sin decir palabra se sentó junto al hogar y se puso a encender el fuego fué después a donde estaba la harina, la sacó, la mezcló y asó una torta, al atardecer tomó una vasija y salió a ordeñar las vacas, pero en todo el tiempo no dijo palabra, volvió después a entrar en la casa, se dio una vuelta hacia la derecha, y se quedó la última en pie para tapar el fuego.
La mujer se llamada Macha, allí permaneció y Crunden se casó con ella.
Ella los atendía a él y a sus hijos, y todo lo que tenía el hombre prosperaba.
Un día se dispuso una gran asamblea de los hombres del Ulster para hacer juegos y carreras y toda clase de entretenimientos y todos los que podían, hombres y mujeres, soían ir a esa asamblea. Yo iré hoy allí -dijo Crunden-, como van todos los demás hombres -No vayas- dijo su mujer- pues sólo con que en la feria pronuncies mi nombre, me perderás para siempre, entonces no hablaré de ti para nada -dijo Crunden- y marchó con los demás a la feria, donde había toda clase de entretenimientos, y estaba toda la gente del país.
A la hora nona llevaron el carro real al campo, y los caballos del rey ganaron la carrera. Entonces los bardos y poetas, los druidas y los servidores del rey y toda la asamblea se pusieron a alabar al rey y la reina y sus caballos y clamaron: "Nunca hubo mejores caballos que éstos, no hay quien corra más en toda Irlanda." "Mi mujer corre más que esos dos caballos" -dijo Crunden- cuando se lo contaron al rey, dijo: "Apresad a ese hombre y retenedle hasta que se pueda traer a su mujer a que pruebe su suerte corriendo contra los caballos" así que le apresaron y le retuvieron, y se enviaron mensajeros del rey a la mujer.
Ella dio la bienvenida a los mensajeros y les preguntó a que iban, venimos por orden del rey -dijeron- a llevarte a la feria, para ver si corres más deprisa que los caballos del rey pues tu marido se ha jactado de que lo harías y ahora está preso hasta que vayas tú a liberarle. Necedad de mi marido fue decir eso -dijo ella - en cuanto a mí, no estoy en condiciones de ir, porque en seguida voy a dar a luz, es lástima -dijeron los mensajeros- porque si no vienes se dará muerte a tu marido, siendo así, tengo que ir pase lo que pase -dijo ella- conque en esto partió hacia la asamblea y cuando llegó allí todos se agolparon para verla, ¿no es decoroso mirarme, en el estado en que estoy? -clamó ella- ¿para qué me han traído aquí? para correr contra los dos caballos del rey -gritó el pueblo- ¡Ay dolor! -dijo ella- no me lo pidáis, pues ya se acerca mi hora, sacad las espadas y matad a ese hombre -dijo el rey- ayudadme -dijo ella al pueblo- pues todos vosotros habeis nacido de madre -y dijo al rey- dame siquiera un plazo hasta que nazca mi hijo, no doy ningún plazo -dijo el rey- entonces la vergüenza que caerá sobre tí será mayor que la que caiga sobre mí -dijo ella-y porque no has tenido conmigo ni piedad ni respeto, caerá sobre tí un mayor castigo que el que ha caído sobre mí, que traigan los caballos y los pongan a mi lado.
Echaron a correr y Macha adelantó a los caballos y ganó la carrera.
En la meta le dieron los dolores del parto, y alumbró a dos hijos, niño y niña, y del dolor dio un gran grito.
De pronto acometió una debilidad a cuantos habían oído el grito y de suerte que no tenían más fuerzas que la mujer allí tendida.
Y Macha dijo así: "De aquí en adelante, y hasta la novena generación, la vergüenza que habeis puesto sobre mí caerá sobre vosotros y en el tiempo en que mas necesiteis vuestra fuerza, en el tiempo en que vuestros enemigos os estén cercando, en ese tiempo la debilidad de una parturienta descenderá sobre todos los hombres de la provincia del Ulster."
Y así sucedió y de todos los hombres del Ulster nacidos después de aquel día, ninguno escapó a aquella maldición.